Hoy he venido con la energía a tope, dispuesto a cambiar mi destino, a tope de energía y de positivismo. Tengo que esforzarme, no puedo seguir así.
Cuando hemos cambiado el turno le he dicho ADIOS a Andrés, se ha girado, me ha mirado raro… ha mirado hacia el techo, se ha dado media vuelta y se ha marchado, no ha dicho nada, o quizás ha dicho “adiós” en voz baja, no lo sé…
Durante la tarde la paciencia se me ha ido agotando poco a poco, Margarita me ha insultado cuando se ha ido la luz de la puta máquina tragaperras, llevaba ya unas cuantas copas y se ha cagado en mi puta madre. Eso no me hecho gracia y he hecho como que no la oía. Pero sí que la he oído.
De repente el Niza se ha iluminado por completo. He levantado la mirada y he visto que se abría la puerta y entraba “MI ANGEL”.
Vestía una falda roja a la altura de las rodillas, unos zapatos de tacón rojos también, tobillos finos, piel blanca, piernas largas y tersas. Camisa blanca de botones con dos de ellos desabrochados, por los que se le adivinaba un precioso canalillo, nada vulgar. MUY ELEGANTE. Un bolso pequeño negro. Grandes gafas de sol que se ha quitado y depositado sobre su cabeza al entrar.
Pelo castaño con mechas rubias con una media melena. Los labios carnosos y rojos. Es realmente PRE CIO SA!!!!
Me he quedado petrificado mientras se iba acercando hacia mí, me miraba fijamente, andaba despacio, flotaba más bien. Todo el Niza brillaba, ella emanaba una luz increíble.
Venía a por mí, ella también había estado pensando en mí. Dentro de mí un volcán estaba en plena erupción. Aunque por fuera más parecía una estatua de cera. Seguro que me preguntaría que a qué hora terminaba mi turno, que si la invitaba a comer el domingo, que si había estado pensando tanto en ella como ella en mí. Que yo también era su Ángel y que quería vivir el resto de su vida a mi lado.
Se me heló la sangre, ella seguía flotando por la sala, mi cabeza iba a explotar de un momento a otro, no podía dejar de mirarla, era realmente preciosa y elegante, llevaba unos pequeños pendiente dorados con perlas, cuando llego hasta la barra, me miró, esbozó una pequeña sonrisa, (creo que la sonrojé con mi mirada).
Buenas tardes me dijo…
Ho ho ho… Hola fue lo único que conseguí decir tartamudeando…
¿Me puedes servir un café con leche con sacarina, por favor? Me sentaré en aquella mesa.
Por supuesto le dije.
Se dio la vuelta y esta vez andando se fue hacia su mesa. De espaladas es igual de preciosa que de frente, su falda dibujaba una silueta realmente preciosa, sus caderas se movían como si desfilara en una pasarela de moda. Se le adivinaba un cuerpo de Diosa.
Realmente se había vestido muy pero que muy bien para venir a verme.
Normalmente no sirvo en las mesas, pero como supondrás, hice una muy agradable excepción.
Hice el mejor café con leche de mi vida. Esta noche voy a limpiar la maquina a fondo.
Puse el café en la bandeja, me limpie el sudor conté hasta 5 y se lo lleve a la mesa.
Ella estaba sentada con las piernas cruzadas. ¡Qué piernas! Mirando su móvil. Me acerque le deje tembloroso el café con leche en la mesa, por suerte no derramé ni una gota, y volví hacia mi barra.
Desde ahí tenía una visión privilegiada, debía tener 40 y tantos aunque aparentaba 35. Ella solo miraba su móvil, y yo solo la miraba a ella. Mi cabeza seguía trabajando de lo lindo, ¿querrá tener hijos?, quizás ya los tenga… A mí no me importaría si ella quisiera.
De repente entra por la puerta un hombre, 40 y tantos, alto, elegante con una americana azul clarito y un pañuelo de seda en el bolsillo superior. Vaqueros y zapatillas de deporte nuevas. Bien afeitado, pelo muy corto y fuerte. Nunca había venido al Niza.
Mira hacia la izquierda y hacia la derecha y al ver a Mi Ángel sonríe, ella sigue mirando su móvil, él se acerca hacia ella y al darse cuenta ella le sonríe también, se levanta y le da dos besos.
Me quedé PETRIFICADO, detrás de la barra. Él se sentó con ella y empezaron a conversar. Desde mi posición no podía escuchar su conversación.
Un dolor inmenso recorrió todo mi cuerpo, desde las tripas hasta la cabeza. No me lo podía creer… intenté tranquilizarme, será su hermano pensé durante unos segundos, aunque deseché la idea de inmediato, nadie se viste así para quedar con su hermano.
Decidí acercarme a su mesa para saber de qué hablaban con la excusa de preguntarle que quería tomar. (Los clientes habituales estaban alucinando al verme que servía en mesa).
Mientras me acercaba ellos charlaban con unas sonrisas un tanto forzadas, al llegar a la mesa, ella le preguntó.
¿Qué quieres tomar?
Un café solo, por favor.
No había podido escuchar nada, pensé en escupirle también el su café, pero lo descarté rápido. Le hice su puto café. No era el mejor de mi vida. Y se lo llevé.
Al acercarme dejaron de hablar y tampoco pude escuchar nada.
Volví a mi barra. Margarita me pidió una caña desde la tragaperras, no le hice ni puto caso.
Estuvieron unos 20 minutos charlando, yo por más que intentaba escuchar su conversación no conseguía oír nada.
Al cabo de ese tiempo, ese tipo que ya no me parecía tan elegante, americana y zapatillas, MENUDO GILIPOLLAS, pensé, se acercó a la barra y pagó.
Volvió hacia la mesa, ella se levantó y se marcharon juntos.
El dolor que sentía no solamente no había desaparecido, sino que se había multiplicado, me dolía todo el cuerpo, los brazos, los pies, las piernas. Casi no me podía mover.
No sé cómo conseguí llegar al final de la jornada, pero llegué. El peor día de mi vida en el Niza, os lo aseguro.