8. Una visión perturbadora 2

Sólo faltaban 3 días para navidad y todavía no había hecho todas las compras, me levanté a las 08h00 y desperté a Inés. Nachete ya se había marchado y dejé a Jose Ignacio en la cama, le preparé el desayuno a Inés mientras me di una ducha rápida, una vez más y como siempre corriendo y estresada. Me fui de casa sin desayunar, no me dio tiempo.

Cuando deje a la niña en el colegio me fui directa hasta la tienda Apple que hay en Arenal, aparqué en el parking que hay en Sol.

Decidí ir a la cafetería de enfrente a tomarme un cortado y revisar mi Iphone, me senté en una mesa frente a la vitrina y saqué mi Iphone, entonces vi un señor con una mochila que era clavado a Héctor, lo vi cruzando la calle, arrastrando los pies, pensé que no era él por los andares pero físicamente era como él pero mucho más mayor.

La visión de esta persona me hizo acordarme de Héctor, de nuestra vida en común de la persona que yo era, y en la que me he convertido hoy en día, desde luego que yo no era la misma mujer y mi vida no tenía nada que ver. Con Héctor habíamos hecho muchos planes en común, muchos proyectos y muchas ilusiones, muchas veces he pensado en cómo sería mi vida si hubiese intentado arreglar lo nuestro. Héctor era una buena persona, y me quería, de eso estaba completamente segura.

Con Jose Ignacio todo era diferente, yo me ocupaba de mí, de las cosas de la casa, de los niños y de planear las vacaciones, mientras Jose Ignacio trabajaba y trabajaba. Si bien es cierto que yo llevo una vida mucho más cómoda no puedo decir que actualmente yo sea más feliz.

Tengo todo lo que una mujer puede desear en cuanto a lo material, pero echo de menos, hacer proyectos en pareja, luchar por algo, hacer planes, mantener una conversación, coger la mano y que me cojan la mano.

Mi vida iba a la velocidad de la luz, buscando no tener un momento para pensar, yo sin querer salpicaba mi vida de actividades, la Uni, la casa, las compras, las salidas los fines de semana, la preparación de las vacaciones, las actividades de los niños etc… para no pensar demasiado, para no darme cuenta de lo infeliz que era.

El “falso” Héctor me había removido las entrañas y sin darme cuenta me encontraba con los ojos repletos de lágrimas. Él estaba sentado en un banco en un parque justo en frente de la cafetería, algo dentro de mi me hizo levantarme e ir hacia donde estaba él, ni siquiera pagué mi cortado, me dirigí hacia él como una autómata, no sabía que iba a hacer ni que iba a decir, él estaba sacando de su mochila fruta y queso, levantó la mirada y me vio como cruzaba la calle y me dirigía hacia donde él estaba.

Me fijó la mirada, se quedó inmóvil mientras yo me acercaba a él, se parecía mucho a Héctor pero este señor era por lo menos 10 años mayor que él, estaba muy arrugado tenía el pelo muy canoso y aunque no vestía mal, tenía las manos destrozadas.
Seguí avanzando sin saber qué hacer, sin tener nada planeado, me puse delante de él y dije: ¿Héctor?

Él se quedo impasible, mirándome fijamente, como si no comprendiese nada, no dijo nada, no hizo nada, se quedo ahí sin más.

Entonces me di cuenta de mi error, me ruboricé le pedí perdón, me di media vuelta y me fui corriendo.