DON FROILÁN.

Algemesí, Colegio Hermanos Maristas. 6º B Abril 1981.

Acabábamos de salir de clase de historia y nos tocaba clase de matemáticas.
Don Frolilán se retrasaba y unos cuantos, la mayoría, de la clase nos dedicamos a hacer el gilipollas en el pasillo. Jugar, saltar, empujarse, correr, nada grave. Pasar el rato.

Don Froilán era un buen profe, aparte de nuestro profe de mates era nuestro tutor. Lo recuerdo con cariño. Nos hablaba de tú a tú, con nuestro lenguaje, intentaba transmitirnos valores, lo intentaba…

Siempre vestía pantalón de pana y camisa a cuadros, estilo Felipe Gonzalez. Tenia una barba larga, poco pelo, siempre se quitaba todas las etiquetas de la ropa. Decía que él no tenia porque hacerle publicidad a una marca, eso en un tiempo en el que solo el que llevaba el Levi’s etiqueta roja o las últimas Nike era un persona a tener en cuenta era realmente un discurso subversivo.

Era un poco un bicho raro en un cole de curas, tenia pinta de rojo, debía serlo… nunca nos hablaba de religión, de eso se ocupaban el resto de “Hermanos”.

En una época en la que las chicas eran algo así como la ultima gota del desierto y en la que todos estábamos muy revueltos con este tema y en un colegio donde solo habían chicos recuerdo como nos decía en clase que éramos como una gran pilila con patas.

La cuestión es que cuando llegó Don Froilán la que teníamos en el pasillo era una liada de las gordas. Excepto los 4 empollones de clase estábamos todos como locos.

Se enfadó mucho, entró en clase, dejó sus cosas sobre la mesa y nos puso en fila india a todos los que estábamos jugando.

Nos dio una charla larga, la fila rodeaba toda la clase, el primero de la fila era Carlos Adam, él como el resto estaba relativamente tranquilo, sin saber la que se nos venia encima.

Yo estaba, como de costumbre, al final de la clase, y en este caso al final de la fila, mala idea. Yo como el resto pensábamos que nos pondría cara a la pared con un libro en cada mano, o de rodillas, o que nos daría con la regla en los dedos, eso dolía mucho.

Pero no… eso no fue lo que pasó.

A medida que Don Froilán se iba enfadando se iba poniendo rojo, entonces se puso frente a Carlos Adam, se arremangó la camisa y le soltó una bofetada con la mano abierta que despegó casi a la altura del crucifijo.

Sonó un estruendo increíble, Adam, casi se cae al suelo. Se hizo todavía más el silencio, algunos empezaron a llorar y todos a temblar.

.-Adam a tu sitio!.

Y así fue repartiendo bofetadas increíbles uno a uno… Cuando un niño tenia gafas (como era mi caso) se las hacia quitar, la mayoría de niños (12 años) lloraban desconsoladamente antes de recibir su tortazo. Don Froilán iba descansando de vez en cuando, tenia la mano derecha totalmente roja. En un momento intentó utilizar la izquierda pero se dio cuenta de que con esa mano no tenia ni la fuerza ni la destreza suficiente.

Contando que en clase éramos 36 y que solo los 4 empollones se habían quedado fuera, imaginaros la escena, el tiempo y el drama que ese episodio representó para nosotros. Hoy 36 años después lo recuerdo como si fuera ayer. Dicen que hay cosas que marcan en la vida, esta es una de ellas.
Me iba llegando mi turno, el miedo no me dejaba pensar con claridad, solo pensaba que quizás acabarían antes de que me tocase mi turno, o de que un rayo nos partiría en dos, o que me despertara de esa pesadilla, pero no… cada vez estaba más cerca.

Noté como los golpes cada vez eran menos fuertes, Don Frolián, se iba cansando… eso jugaba a mi favor.

Cuando me iba acercando vi cómo Don Frolián tenia los ojos totalmente en lágrimas. Y hoy me pregunto qué porque lloraba, si por impotencia, si por frustración o por rabia.

Cuando llegó mi turno, por supuesto que me llevé mi ostión, no quiero imaginar como sería la que se había llevado Adam ya que la mía fué impresionante. Como si un autobús te atropellara de frente.

Tengo que reconocer que no le tengo ningún tipo de rencor, es más es uno de los profesores al que guardo mayor afecto.

Hace 2 años me lo encontré en Alzira, no había cambiado, era la misma persona, se alegró mucho de verme, y yo también a él. Nos fundimos en un abrazo y le di dos besos.

FIN