Una vez más mi vida parecía una montaña rusa, había pasado de la mayor de las ilusiones a darme cuenta de que yo no era más que un “amigo” para Violeta, y de que ella estaba enamorada de otro hombre y además tampoco era correspondida.
Que cruel es la vida.
Me vine abajo, volví a ser la persona que solía ser, volví a odiar a todo el mundo, a no hacer absolutamente nada, entré una profunda depresión.
Violeta venía por el Niza algunas tardes a tomar cafés y a explicarme lo fantástico que era Álvaro, yo por mi parte la escuchaba y nunca le dije cuáles eran mis sentimientos para ella.
Conocía todo sobre Álvaro, había visto sus fotos, sabia donde vivía, había visto las fotos de sus hijos, Raúl y Elías, eran muy monos la verdad.
También conocía a su mujer, Eva, era Dentista, muy guapa.
Muchas tardes venia Violeta al Niza a calentarme la cabeza con Álvaro, yo simplemente la escuchaba y disfrutaba con su presencia.
Lo curioso del tema es que mi amor por Violeta no decaía, no, seguía profundamente enamorado de ella. Era el sol de mi vida, la ilusión de mi vida, mi alegría, mi todo.
Así pasaban los días, las semanas y los meses, entré en una especie de aletargamiento, casí que me resigne a simplemente disfrutar de su presencia, de pasar las tardes con ella, de escucharla, en mi cabeza, ella era mi mujer y cada tarde venía a hacerme una visita. En esos pequeños momentos en los que me inventaba mi/nuestra vida en común yo conseguía ser feliz durante unos minutos.
¿Sería suficiente? De momento sí.
Volví a dejarme, descuidé un poco la limpieza, mi casa poco a poco volvía a parecerse a un estercolero y volví a ir de putas de vez en cuando, todo este asunto me había revolucionado mis neuronas y volvía a sentir deseo sexual.
El problema es que ella no era feliz, se había obsesionado con Álvaro de la misma manera que yo me había obsesionado con ella, no tenía ojos para nadie más, por supuesto que para mi tampoco, yo era invisible como hombre para ella.
De nada habían servido todos mis esfuerzos, bueno, al menos, ella se había acercado a mi, aunque sea como amiga. Con que poco me conformo pensé…
Entendí que la mayor prueba de amor que podría hacer por Violeta era ayudarla a que ELLA fuera feliz, costase lo que costase.
En la radio sonaban viejos temas, copla, zarzuela, tango… no sé porque me fijé en una vieja canción de Carlos Gardel, un tango de 1931 llamado Confesión, su texto dice así:
Fue a conciencia pura
que perdí tu amor…
¡Nada más que por salvarte!
Hoy me odias
y yo feliz,
me arrincono pa’ llorarte…
El recuerdo que tendrás de mí
será horroroso,
me verás siempre golpeándote
como un malvao…
¡Y si supieras, bien,
qué generoso
fue que pagase así
tu buen amor..!
¡Sol de mi vida!…
fui un fracasao
y en mi caída
busqué dejarte a un lao,
porque te quise
tanto…¡tanto!
que al rodar,
para salvarte
solo supe
hacerme odiar.
Hoy, después de un año
atroz, te vi pasar:
¡me mordí pa’ no llamarte!…
Ibas linda como un sol…
¡Se paraban pa’ mirarte!
Yo no sé si el que tiene así
se lo merece,
sólo sé que la miseria cruel
que te ofrecí,
me justifica
al verte hecha una reina
que vivirás mejor
lejos de mí..!
La Justicia cruel que te ofrecí me justifica al verte hecha una reina, que vivirás mejor lejos de mi…!
Esas palabras retumbaban en mi cabeza día y noche, no paraba de escuchar esa canción hasta que decidí que me echaría a un «lao» para que ella fuera feliz.
Analicé la situación fríamente y lo ví claro, para que mi Ángel sea feliz había una persona que se interponía en su camino. Una persona que estaba ocupando su lugar. EVA.
Tenia que deshacerme de Eva, como fuese y dejarle el camino libre a Violeta. Pensé en seducir a Eva, en convertirme en su amante, pero esa idea se fue rápidamente de mi cabeza, “si no he sido capaz de enamorar a la mujer que amo, como creo que voy a enamorar a una que no amo”.
Deseché esa idea de mi cabeza.
Pensé en enviarle fotos de Violeta y Álvaro juntos diciendo que eran amantes, cosa que provocaría una separación…
Deseché esa idea, quizás eso afianzaría mas sus lazos y separaría a Violeta de Álvaro.
Pensé en secuestrarla…
También deseché esa idea, ¿qué haces con una persona? Tendría que buscar un sitio, o traerla a casa, o ves a saber… no, tampoco.
Todo esto me llevó a una única salida, tendría que matarla, sin más. Es cierto que ella no tiene la culpa de nada, pero así es la vida. Está en un sitio en el que no debe estar.
Estuve durante semanas trazando un plan, tendría que hacerme con un arma con silenciador, tendría que aprender a disparar, tendría que hacer un seguimiento para conocer todos sus pasos.
Me puse manos a la obra, todas las mañanas las ocupaba con mi misión.
Lo primero que hice fue inscribirme en un club de tiro, ahí conocí a toda clase de personas incluidos unos neo nazis que me pasaron el contacto para encontrar un revolver con silenciador.
Entablé amistad con El Rata y los otros chavales neo nazis, y para que confiasen en mi después de cada sesión de entrenamiento nos íbamos al bar de club y ahí daba rienda suelta a todas mis opiniones sobre los moros, los negros y los chinitos. No me costó mucho que confiasen en mí, ellos estaban armados hasta los dientes, tenían un arsenal en una especie de garaje que tenían en las afueras. Estaban esperando a no se que señal para cometer una limpieza étnica. Tenían un líder que les iba diciendo los pasos a seguir.
Les comenté que me gustaría tener un arma para protegerme de la Yihad Islámica, me pasaron un teléfono al que no tenia que llamar, solo comunicarme por Wuats upp, y desde un teléfono prepago, para no dejar huella.
Así lo hice. Me puse en contacto con un tipo, o tipa, nunca lo supe… y tras decirle lo que necesitaba quedamos en un parque, yo deposité 1200 € en un sobre envueltos en papel de plata, y al cabo de 15 min recibí un mensaje diciendo que volviera a ese cubo de basura y encontraría el arma dentro, en una mochila vieja.
Conseguí un Smith & Wesson Bodyguard 38 con silenciador. Me costó una pasta pero merecía la pena. Además el arma estaba limpia.
En el club de tiro me enseñaron a disparar, a aguantar el revólver, a conocer el retroceso, a mantener la sangre fría.
Los días que no iba al club de tiro le seguía los pasos, cogía el coche a las 08h30 para ir a la clínica. Era la única persona que salía a esa hora. A las 08h20 salia un señor mayor y a las 08h43 salían dos madres con sus niños hacia el colegio.
Me fijé también en las cámaras de seguridad que había fuera del edificio, tenia que tener en cuenta lo que esas cámaras iban a grabar. Cada día que iba y que las cámaras me grababan tenia mucho cuidado de que se me reconociese, unos días llevaba capucha, otros días una gorra, nunca vestía igual, ni siquiera el calzado, incluso cambiaba mi manera de andar cuando la cámara me enfocaba.
Cuando se investigara su muerte y revisasen las cámaras de seguridad nadie sospecharía que alguien había estado haciendo el seguimiento.
Una mañana entré en el parking y vi que por suerte no había ninguna cámara dentro.
Tenía 23 minutos para entrar antes de que se cierre la puerta del parking, dejar un papel en el sensor para que no se cierre la puerta, esperar a Eva y hacer mi trabajo.
Reconozco que en todo este proceso no sentí lástima, ni miedo, una vez me sentí seguro marque en el calendario la fecha. Sería el próximo martes.
Violeta venia a visitarme, yo la notaba cada vez más desesperada, no entiendo que le pasa a ese gilipollas de Álvaro, pensé.
Si mataría por hacer feliz Violeta, que no haría por estar en la piel de este imbécil.
La vida es injusta, casi siempre pensé.