Hoy tampoco ha venido mi Ángel, y me está pasando una cosa curiosa, por un lado noto que me estoy obsesionando con ella, y sé que no tengo ningún motivo para tener ningún tipo de esperanza pero mi cabeza empieza a fantasear y fantasear y durante todo esos momentos en los que pienso en ella y en mí, una sonrisa se dibuja en mi cara y soy realmente feliz.
Por otro lado cuando vuelvo a mi cruda realidad, después de imaginar nuestra vida juntos, me doy cuenta de la mierda de vida que llevo y eso me causa un dolor tan fuerte que siento un vacío en mi interior. Una sensación que nunca antes tuve. Hace solo una semana me limitaba a ver pasar los días sin ningún tipo de aliciente. No puedo decir que fuera infeliz, aunque tampoco puedo decir que fuera feliz…
Durante el día he intentado ser “más simpático” con mis clientes, (he pensado que debo cambiar y ser mejor persona para el día que vuelva mi Ángel) y claro… la cosa no ha salido tan bien como yo esperaba, no es tan fácil cuando llevas toda la vida siendo un borde que los demás cambien el concepto que tienen de ti.
Cuando han venido los niñatos gafapastas he intentado mantener una conversación con ellos cuando han venido a pedir a la barra, les he preguntado:
Qué tal? Cómo va el día? Les he dicho.
Ellos se han mirado entre ellos extrañados me han contestado: Bien bien… y les he escuchado reír cuando volvían a su sofá.
Putos niños de mierda he pensado. Me importa una mierda como les va el día.
Cuando me han pedido una segunda ronda de cañas, me he agachado como si recogiese algo del suelo y he escupido en uno de los vasos antes de servirles la caña. Con mucha espumita, no se ha notado, al menos a la vista, imagino que notarían algo extraño al tomarla. Que se jodan.
Como primer intento para convertirme en mejor persona la verdad es que ha sido un auténtico fracaso aunque tengo claro que tengo que cambiar para que cuando venga mi Ángel se fije en mí y se enamore.
Durante el resto de la jornada no he intentado ser “simpático” las risas de los niñatos me habían tocado mucho los cojones y no estaba dispuesto a soportar otra humillación como esa.
Cuando llegó la hora, recogí y cerré el bar como cada puto día.