5.- Huir, siempre huir.
Me pareció escuchar la voz de alguien dando gritos y más gritos, cuando por fin pude sincronizar mi maltrecho cerebro, me di cuenta de que era Fran, que me estaba gritando, eran las 08h00 de la mañana y él venía a prepararse para dar su primera misa, yo todavía estaba borracho, vi que yo llevaba puesta su sotana y que la había manchado de vino y de vómito, a mis pies habían 3 botellas de vino vacías y el suelo estaba plagado de hostias como si se trataran de lunares blancos.
Me recompuse como pude y atendí a Fran, que me dijo que a las 08h30 tenía misa hasta las 09h30 que me quedara ahí recogiéndolo todo y que cuando él volviera ya hablaríamos, Fran cogió una sotana que había en el armario y se preparó para dar la misa, las gente empezaba a entrar, sobre todo personas mayores que iban tomando sus asientos habituales, Fran cogió todas sus cosas y salió “a escena”
Yo me quité la sotana sucia que me había hecho de babero y la dejé ahí. Me sentí culpable y muy mal, había fallado una vez más… me sentí muy avergonzado, decidí volver a la Parroquia, salí de la sacristía sin mirar a Fran, noté como él sí que me miró a mí… fui hasta el fondo de la iglesia y entré por la puerta que daba acceso a la Parroquia, no miré a Fran.
Fui hasta el cuarto donde podría haber dormido muy bien y recogí mi mochila con mis cosas, mi ropa vieja estaba en la basura, entonces decidí una vez más ser un cobarde, no dar la cara y huir. Antes pasé por la cocina y me llevé lo que pude, una vez más me estaba cerrando puertas.
Una vez en la calle tuve una sensación extraña, como si no fuera yo, la gente a mi alrededor no se apartaba, estaba limpio, bien vestido, con el pelo recién cortado. Parecía una persona “normal”, incluso una pareja me preguntó la hora. Fue una sensación increíble, verme por un momento, aunque sea de forma ficticia reinsertado en la sociedad.
Pensé que quizás este era el momento, de intentar empezar de nuevo, buscar un trabajo, de intentar salir de la bebida, de volver a ser una persona, y de conocer a mi hija.
Me dije a mi mismo, que esta sería la última vez que huiría, la última vez que sería un cobarde, la última vez que mordería la mano que me da de comer, y que de una vez por todas esta era mi última oportunidad.