Madrid, 14h30 Habitación 220 del Hotel Reina Victoria (la misma que utilizaba Manolete).
El Matador Juan Montes se prepara para la gran corrida de la Feria de San Isidro. Es una fecha muy importante, es la tarde de su confirmación. De lo que ocurra esta tarde devendrá su futuro. Le acompaña Pepín Heredia, su mozo de espadas.
En la habitación y sobre la mesa un altar de quita y pon que el Matador prepara cada mañana de corrida, no permite que sea Pepín quien haga esa tarea. En él estampas de La Virgen de la Macarena, La Virgen de la Caridad, La Virgen de los Desamparados, La Virgen de Guadalupe, San Roque, San Judas Tadeo, Cristo en la Cruz, un rosario, una cruz plateada , adornos, flores y más estampas.
Juan sale de la ducha, serio, perfectamente afeitado, con el pelo engominado, con solo un albornoz puesto y un slip.
– Venga Pepín vamos al lío, que no quiero que se nos haga tarde.
– De acuerdo “maestro”. Estuvo usted espléndido el jueves en Ronda, con la muleta en la izquierda y al “natural” ví a su difunto padre en la plaza, fue hermoso. En la tercera tanda, cuando consiguió someter al toro parecía que toreaba en cámara lenta.
Pepín tiene todas las piezas del traje de luces perfectamente situadas sobre la cama, la camisa planchada descansa sobre una percha. Pepín se arrodilla y le pone las medias rosas con mucho cuidado asegurándose que la espiguilla esté bien colocada.
– Cuéntame ¿cómo has visto mi lote…? ¿Cómo ha ido el sorteo?
– Pues bien, el primer toro es muy bonito: cárdeno claro, bragado, listón y botinero. Astifino, muy abierto, parecido a uno que toreé yo en el 73 cuando era novillero en Mála…
– No me cuentes tus aventuras ahora, no me interesan. ¿Y el otro?
– Perdone maestro. El otro es más pequeño, Negro, Calzón, Meano, Cornicorto y Veleto, me gusta menos, pero seguro que es muy noble.
Los dos tienen buenas hechuras, con buen trapío.
Pepín, sujeta al matador en el aire colocándole la taleguilla colgado y embutido como si fuera un salchichón dando golpes secos en el aire para que se le ajuste bien.
Ya en el suelo con la ayuda de una aguja y con sumo cuidado Pepín ata los machos.
– Ten cuidado, no vayas a rascarme con eso como la otra vez.
– Descuide Maestro. Por cierto… ¿ha pensado en lo que hablamos el otro día?.
– ¿Tú crees que ahora es el momento para eso? TÚ ERES TONTO. No me extraña que te cogiera un toro con lo poco listo que eres. Acaba con eso y trae la camisa que quiero rezar con tranquilidad.
-Tiene usted razón Maestro, disculpe, pero como hace tanto tiempo…
Pepín le pone la camisa y se la abotona muy despacio. Las chorreras le tapan los botones.
– Está usted imponente Maestro, este rojo carmesí y oro es realmente precioso. Es usted la viva imagen de su padre, él llevó uno igualito en La Monumental de México, ante 42.000 personas, yo iba de banderillero, lo recuerdo como si fuera ayer. Su padre era un caballero.
– Corbatín y Chaleco, Pepín.
Pepín continúa con la ceremonia, el Matador estrena traje de luces, como cada fecha indicada, se hace el silencio entre ellos, cada uno está en sus pensamientos. El Matador está visualizando la corrida y todo lo que acontecerá mientras Pepín piensa en esa cornada que sufrió en Albacete y que le cortó lo que podía haber sido una trayectoria en el mundo de los toros. Cuando se recuperó se hizo subalterno y de ahí, ahora con 56 años, Mozo de Espadas. Su afición es más fuerte que todo.
Juan era hijo de Juan Montes, una figura del Toreo, un semidiós y aunque Juan Jr, nunca quiso ser torero y estudió en los mejores colegios en Columbia y en Essex, se licenció en Económicas. A la edad de 23 años se le despertó la afición y se hizo en tiempo record Matador de toros.
La sangre tira mucho dicen…
Pepín se agacha y le pone cuidadosamente las manoletinas.
Finalmente le pone la chaquetilla, le ajusta bien la montera y le coloca la coleta.
El capote de paseo lo deja sobre la cama, es precioso, no lo necesitará hasta que no vaya a hacer el paseíllo.
-Pepín, ¿tienes mi vaso de plata y mi botijo? Quiero, Necesito que el agua este fría para cuando me tenga que enfrentar al toro.
-Por supuesto Maestro, lo tengo todo preparado.
Mientras Juan se santigua y se arrodilla ante su altar, Pepín va al baño, se saca del bolsillo una bolsita con unos polvos blancos y los vierte en el botijo y en este pone 1 litro de agua helada.
FIN.